Cuando en 1492 Cristóbal Colón llegó a Cuba, sus navegantes descubrieron a hombres y mujeres con «un tizón encendido en la mano», del cual aspiraban el humo, ya fuera directamente o mediante una pieza en forma de Y que colocaban en la nariz.
En la segunda mitad del siglo XVI el tabaco adquiere categoría económica en el comercio internacional, destacándose en la agricultura de América y Europa. La Habana llegó a ser el centro de difusión del tabaco indiano, existiendo constancia de que por aquella época ya era negocio en la urbe la venta de tabaco público. A finales de ese siglo ya se habían establecido fuertes relaciones mercantiles entre los distintos territorios de España en las Indias y ya existía un comercio interamericano de tabaco. En Cuba, la producción de tabaco estuvo monopolizada por España durante los siglos XVII, XVIII y XIX, y contó con una importante participación de inmigrantes de Islas Canarias.
Durante mucho tiempo los fumadores elaboraron su propio consumo – porteros, soldados y esclavos – confeccionaban cigarrillos en sus horas libres y el excedente de su producción, lo llevaban en canastas a los lugares de expendio. Posteriormente, al crecer la producción, empezaron a utilizar carros de tracción animal.
En la segunda mitad del siglo XIX se instalaron las primeras fábricas, muchas partiendo de empresas tabacaleras exitosas. Se introduce la máquina de vapor, comienzan a extenderse las cajetillas impresas y se cuenta con una significativa actuación de industriales asturianos.
La participación de comerciantes y empresas estadounidenses e inglesas, marcan los finales del siglo XIX.


En la segunda mitad del siglo XIX se instalaron las primeras fábricas, muchas partiendo de empresas tabacaleras exitosas. Se introduce la máquina de vapor, comienzan a extenderse las cajetillas impresas y se cuenta con una significativa actuación de industriales asturianos.
La participación de comerciantes y empresas estadounidenses e inglesas, marcan los finales del siglo XIX.